Honestidad

Para nosotros la política significa honradez y honestidad, lo hemos demostrado en los 4 años que gobernamos y gestionamos esta ciudad. A nosotros no nos vale esa frase que se ha puesto tan de moda: “Todos los políticos somos iguales”. ¡Para nada! Como nadie es igual ni siquiera dentro de su casa, estamos políticos honrados y honestos como somos nosotros que queremos seguir trabajando y luchando por una ciudad mejor.

¡Por un Motril mejor! Desde esa premisa, la honestidad, la transparencia y la honradez.

Para nosotros, para el grupo de personas que formamos el partido socialista de MOTRIL, la honestidad y la honradez son lo más importante.

Creemos, que la participación en política y el ser honrados  y honradas, tienen que ir de la mano para hacer POLÍTICA con mayúsculas.

Creemos en la democracia.

Creemos en la política y también creemos en aquellos que se dedican a la política como servicio público, en los POLÍTICOS también con mayúscula.

No compartimos esa frase tan repetida de que ¨TODOS LOS POLÍTICOS SON IGUALES¨´.

Una frase que ha hecho que cualquier hecho negativo se eleve a la categoría de general y ha dejado muy poco hueco a los buenos hechos y a las buenas personas que trabajan en política y que son mayoría en todos los partidos.

Dice mi amigo Cantalejo que el mayor daño a la democracia vino de la mano de una simple frase: todos los políticos son iguales. Una gran mentira que a fuerza de repetida se ha hecho trending topic, sin saber ni lo que eso significa.

Ha hecho que cualquier hecho negativo se eleve a la categoría de general y ha dejado muy poco hueco a los buenos hechos y a las buenas personas que trabajan en la política, que son mayoría en todos los partidos.

Le hacen daño a la democracia los que hablan de sueldos cuando el mayor avance social para el pueblo ha sido que cualquier hijo de obrero pueda dedicarse a la política y trabajar por sus vecinos sin necesidad de ser rico y poder vivir de las rentas, como ocurre siempre que privas a la política de un sueldo. Pero es que por encima de la necesidad incómoda de cobrar por un trabajo, hay legiones de políticos en toda España que no cobran un sueldo por ser concejales o alcaldes. Son muchos los que tiran de esas obligaciones en pueblos muy pequeños donde no solo no hay nómina, sino que tampoco hay nada que robar.

Le hacen daño a la democracia los que de forma partidista y lejana a la realidad señalan a un solo partido como nido de corruptos. Por desgracia, el reparto de inteligencia y de sinvergüenzas es muy homogéneo y democrático. Insiste en existir en todas las castas, casas y clases sociales. Los tontos y los listos. Los honrados y los sinvergüenzas vienen salpicando la historia de situaciones propiciadas por unos y por otros. En todos los países. En todas las religiones. En todas las clases sociales y razas.  Se cuela hasta en cada una de las familias. Muchos de los que levantan la voz indignados darían uno de sus hijos porque el Señor los pusiera donde haya. Muchos de los que se indignan y gritan más fuerte. Esos mismos lo vienen haciendo desde hace tiempo y de forma flagrante. Y a veces, tampoco pasa nada.

¿Eso significa que lo mejor es abandonarse en un mundo corrupto y sin valores? Rotundamente no. Estudié Ciencias Políticas en la Complutense de Madrid. Me dieron una formación y unos principios. Unos conocimientos y unos criterios. Los sumé a los que mi familia y mi barrio me habían dado y a la genética de mis padres, y hete aquí milagro maravilloso que soy una persona que afortunadamente me dedico a la política porque es mi vocación. Que me formé para ello y que he pasado por la gestión sin una sola mácula. Errores sí, seguro. Errar es humano, también meter la pata. Divino es el perdón y también el libre albedrío. La libertad de elección no solo nos permite elegir en democracia nuestros representantes. También nos permite elegir entre la honradez y la corrupción. Entre el servicio a la comunidad y el de uno mismo. Entre atender a los intereses generales o a los tuyos propios. A veces el ciudadano que más grita es el que más tiene que callar.

Propongo una cosa. Prestemos atención a las personas, a lo que dicen y sobre todo a lo que hacen.

Propongo que el ciudadano no sea más partidista que el propio partido al que vota.

Propongo que el respeto sea bidireccional. Porque el político paga pronto sus errores, o aquellos errores que le atribuyan, en las urnas o en su propio partido. Pero el ciudadano que amparado la mayoría de las veces en el anonimato, insulta, ataca y mancilla el nombre de un político, sin saber ni siquiera de lo que habla. Movido sólo por un odio nacido sabe Dios dónde. ¿Qué responsabilidad tiene ese ciudadano?

¿Ser ciudadano de a pie te da la razón y la capacidad de juzgar y condenar impunemente?

¿Ser ciudadano de a pie te hace conocedor y portador de la razón?

Rotundamente no. Dedicarte a la política tampoco.

Quizás lo inteligente sea pensar y actuar juntos. Quizás el primer paso para lograr el objetivo del éxito social sea trabajar juntos sin recelos. Con las camisetas puestas el tiempo justo de ser elegidos. Que el campo de batalla sean los valores y los hechos. No el ruido y la manipulación. Cuando empecé a estudiar las grandes guerras en el colegio, comprendí rápidamente una cosa. Ningún bando tenía la verdad absoluta. Las minorías son siempre utilizadas como cabeza de turco y los extranjeros y los distintos la válvula de escape de las iras desatadas por las crisis económicas. Nunca pensé que nadie podría negar el genocidio judío o los muertos en nuestras cunetas. Sorprendentemente, esto ocurre en el siglo XXI y créanme si les digo que no indica nada nuevo ni nada bueno. No crean en mirlos blancos. No crean que odiar nos hace fuertes. No crean que todos somos iguales porque ese es el camino más corto para llegar a los fascismos y a los totalitarismos. Crean en su libre albedrío y en la justicia y en la generosidad y en la solidaridad. Crean en sí mismos y en lo que cada uno puede por mejorar su entorno. No crean en los charlatanes que tienen en su carromato de las maravillas la solución para los males del mundo. No crean en los charlatanes que dicen que son mejores. No crean en los que siempre saben lo que hay que hacer, porque además de cargantes es mentira. No es nada nuevo que la unión hace la fuerza. No es nada nuevo que cada persona es un mundo y actúa en consecuencia. No crean que todos somos iguales. Ni nos gusta lo mismo. Ni siquiera creemos lo mismo. Incluso cuando vino Dios, unos quisieron salvarlo, pero otros pudieron matarlo. Un ser de luz no nos puso de acuerdo. ¿Nos van a poner unas siglas? Ya hemos vivido miles de años de separación. Puede que sea el momento de que juguemos a ganar fijándonos en lo que nos une. Sin mesías ni justicieros. Entre nosotros, como cuando éramos chicos y en tu casa, en la calle y en el barrio, te sentías en tu hogar.